Metecos en Torre Pacheco
Cuando tanto irascible se empeña en estrechar los círculos de la convivencia, solo cabe, con uñas y dientes, actuar para volver a ampliarlos
Terminal de facturación del aeropuerto de Puerto Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea. Año 2006. Hombres de negocios, mochileros, turistas, esperan educadamente su turno. Son papúes, de las Tierras altas y de las bajas, que conversan entre sí de naderías. Pero si se hubieran encontrado hace apenas 70 años en un mal cruce de caminos, con sus faldas de paja y sus tocados de plumas, se habrían asesinado sin contemplaciones. Entonces eran extraños y enemigos. Hoy solo son pacientes y sosegados compañeros de espera aeroportuaria.
La escena la describe el antropólogo Jared Diamond en El mundo hasta ayer (2013), y demuestra el fugaz lapso que necesitan los grupos de seres humanos para ampliar el círculo y añadir nuevos fichajes. No se trata nada más que de eso: círculos pequeños que crecen incorporando nuevos miembros y se convierten en círculos más grandes. Nos gusta estar con los que se parecen a nosotros. Familia, tribu, clan, nación. Un hombro amigo brinda calor y posibilidades de supervivencia. Pero aprendemos deprisa y el extraño de ayer hoy es un amigo y mañana tal vez un hermano.
Por cierto que una vez entrevisté al gigante Diamond y no puedo evitar colgar aquí mi foto de groupie absoluto. ;)
El tribalismo es uno de los tres rasgos esenciales que cinceló la selección natural en nuestra especie, junto a la religiosidad y el conformismo, como documenta el antropólogo Harvey Whitehouse en Herencia: los orígenes evolutivos del mundo moderno (2025), uno de los ensayos científicos más importantes de este año, y que ha pasado injustamente más desapercibido. Lo tienes aquí. Por cierto, también le entrevisté.
La tribu es una extensión de la familia. Muchas sociedades tradicionales se organizan en clanes y linajes que derivan de ancestros comunes. Fomentan así la lealtad grupal, reforzada por la fusión de identidad, un peculiar fenómeno psicológico donde las identidades personal y grupal se superponen. Cuando algún agente externo ataca al grupo, los miembros fusionados lo perciben como un ataque personal. Pero los humanos tienen la capacidad psicológica no solo para hacerse la guerra, sino también para cooperar a gran escala. “Hace miles de años”, explica Whitehouse, “la cooperación a nivel de estados-nación era impensable, pero ahora es posible. A pesar de los conflictos, los humanos podemos vernos como una gran familia y actuar en beneficio colectivo”.
A pesar de los conflictos, los humanos podemos vernos como una gran familia
Al igual que las lámparas se apagaban en vísperas de la Primera Guerra Mundial, hoy los círculos cada vez más amplios que nos permitían reconocer como iguales a gente en principio extraña, parece que vuelven a estrecharse. Y la estridencia discursiva no es propicia a los datos. Datos como que solo emigra el 3% de la población de las sociedades exportadoras, por muy terribles que sean sus condiciones, y que esta cifra no ha variado en décadas. La gente quiere quedarse en su tierra y no hay millones de africanos dispuestos a saltar sobre tu ansiedad por una vida cada vez más desesperanzada.
Datos como que la natalidad se desmorona en todas partes, también en África y la mayor de los que llegan rápidamente converge con la de los nativos. Lo de la Gran Sustitución no solo es basura racista. Es una estupidez. Datos como que la prosperidad en sociedades cada vez más envejecidas depende cada vez más de sangre nueva y joven.
No es fácil ser meteco en Torre Pacheco. Ni hay horizonte político mejor que aprender a vivir juntos contra todos aquellos malnacidos que quieren impedirlo.
Gracias por escribir esto. Tengo pendiente "Herencia".
Hazlo! ;)