El hombre que no aceptó su propia muerte
Un diagnóstico de cáncer y un científico curioso: una extraordinaria historia de vida y una explicación deslumbrante del arcano y fascinante mundo de la estadística
“La muerte es el enemigo último y no encuentro nada reprochable en los que luchan encarnizadamente contra la luz que agoniza”.
Corría julio de 1982 cuando al biólogo Stephen Jay Gould le diagnosticaron un mesotelioma abdominal, un cáncer tan raro como grave. Después de una intervención quirúrgica urgente, el científico le preguntó a su doctora por la mejor bibliografía técnica disponible acerca de su enfermedad. “No hay nada que valga la pena leer”, le contestó. Aquello le mosqueó.
Pretender alejar a un intelectual de la bibliografía funciona casi tan bien como recomendar castidad al Homo Sapiens, el primate más erótico festivo de todos los que existen. En cuanto logró levantarse de la cama, Gould se presentó en la Biblioteca Médica Countway, de Harvard. Una hora después, aturdido, pudo al fin sonreír con tristeza: “Así que era por esto por lo que no querían que leyese nada”.
Su cáncer era incurable. La mortalidad mediana era de solo ocho meses después del diagnóstico.
Probabilidades
Pero el mazazo fue breve. Gould era científico. Gould era optimista. Y algo mejor. Gould había estudiado durante largos años los caracoles terrestres de las Bahamas, para lo cual había tenido que atesorar profundos conocimientos de estadística. Así que, cómo relata en el maravilloso ensayo ‘La mediana no es el mensaje’, incluido en su libro Brontosaurus y la nalga del ministro, se preguntó lo siguiente: “¿Qué significa mortalidad mediana de ocho meses?”
La mayoría de la gente, sin conocimientos de estadística, responderían, hundidos: “Probablemente estaré muerto en ocho meses”. Pero Gould era consciente de que una mediana, o una media, no son realidades. Son abstracciones matemáticas. Así que pensó lo siguiente: “Perfecto, la mitad de la gente vivirá más de ocho meses. ¿Qué probabilidades tengo yo de encontrarme en esa mitad?”
Descubrió que eran muy altas. Era joven, de diagnóstico temprano, sabía leer bien los datos… y no tenía ninguna intención de morirse. Algo más: Gould se dio cuenta de que la distribución de la variación alrededor de la mediana estaba muy sesgada a la derecha, con una larga cola. Los pacientes que lograban pasar de los fatídicos ocho meses, podían vivir mucho más.
Gould no veía ninguna ventaja en aceptar la muerte “con dignidad”. Tampoco se engañaba, algún día iba a palmar pero, por el momento, combatiría a la parca con uñas y dientes.
Stephen Jay Gould murió el veinte de mayo de 2002. Veinte años después de su diagnóstico.
Hay más casos, me parece.